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COMENTARIOS

Cuando ves interpretaciones como esta te das cuenta de lo poco que hace falta cuando hay detrás un profesional para obtener un gran espectáculo. Gracias por darlo todo en cada interpretación, un ejemplo de versatilidad y gran maestría.

 

Inma Climent

Una puesta en escena impecable, con una gran expresibidad por parte del actor Carlos Ceña. Todo acompaña en un escenario casi desnudo, que sin embargo, gracias a la iluminación y al sonido, acentúa todavía más su interpretación.

Una obra actual, dinámica, en un entorno minimalista, alejada de la interpretación clásica. Un argumento que te hace reflexionar sobre nuestra propia vida y como recordamos aquellos momentos que la marcaron. Sentí una gran emoción interior.

 

Fabiola Lorente Sorolla. Pintora

"El plan para hoy no suena muy apetecible,... ir a ver un monólogo. Seguro que es " gracioso" o un truño pretencioso de alguien que mientras se mira el ombligo está convencido de llevar al público ( que bosteza discretamente) un torrente de erudición. ¡Ahhhh! ¡Cervantes! ¡Pero el año de Cervantes no pasó ya!?!?

Una hora después, descubro que Escher estaba en lo cierto. Existen las escaleras por las que subes y bajas a la vez.

No solo es un texto bien escrito y fantásticamente interpretado sino un torbellino de imágenes y emociones en un lenguaje apropiado y comprensible que nos muestra a un hombre tullido fisica y mentalmente, atormentado por

no ser reconocido su genio, mientras nos acerca su obra, su persona, sus inseguridades, en un escenario casi vacío pero lleno de talento.

Almudena Moreno. Actriz

El viernes pasado estuve viendo el monólogo "Cervantes: ecos del alma". Un texto intenso, profundo... que cobra un sentido y una emoción mayor a través del cuerpo (o los cuerpos), la voz (o las voces) de Carlos Ceña. Hay un hecho indiscustible, descubrir a Cervantes y su legado a través de este espectáculo debería ser imprescindible para que quede para siempre retenido en nuestra memoria.

 

Silvia Hernandez Manchón. Actriz

Obra culta e interesante en la que podemos acercarnos a la vida de Cervantes a través de sus ultimos días de enfermedad y delirio. Recuerda desde el estómago amores y envidias odios y logros y nos lleva al espectador a enpatizar con la brillantez de un loco genial en sus ultimos dias.

Carlos lleva esta obra desde donde hay que llevarla, desde la sobriedad de un ser humano al borde de lo inevitable.

Llena el escenario con notable soltura (genial espadachin) y regala fácil un texto complejo y brillante.

Cuando lo que se busca es cultura y no se está dispuesto a aceptarlo todo, aquí tenemos teatro contrastado y un buen hacer y profesionalidad de agradecer en esta depauperada escena foral.

 

Andrés, psicólogo

Cómo se crea una buena pieza teatral?

Pues es muy sencillo; sólo se necesita un texto inteligente, una buena dirección y un buen intérprete ó intérpretes.

Este es el caso del espectáculo que podemos ver en la Sala Bululú y que interpreta, magistralmente, Carlos Ceña

Se llama "Cervantes, Ecos del Alma"

Es un trabajo hecho desde las tripas y el corazón. Con una simplicidad escénica que nos lleva al teatro mas puro, donde un actor nos traslada a todo tipo de emociones y transita por la vida y obra de Miguel de Cervantes con una sencillez pasmosa.

Una lección de Interpretación la de Carlos Ceña.

Los viernes en la Sala Bululú.

No os lo perdáis

Antonio M.M. Actor

                                               El actor liberal

“Ecos del alma” es un espectáculo escrito y dirigido por Carlos Ceña. En él se nos presenta a Miguel de Cervantes en sus últimos momentos de vida, enfermo y encerrado en su habitación –que más parece una celda- de su residencia en la calle León de Madrid, con un gran crucifijo que lo preside todo como único elemento escenográfico.

Y sí, en esta última soledad, Cervantes deja afluir los “ecos de su alma”: empezando por la voz de su querido Sancho Panza, surgirán otros personajes de sus obras, que irán escanciando estas reflexiones, estas confesiones en voz alta a las que se libra el Manco de Lepanto.

En un momento dado, arrebatado en esta especie de locura quijotesca, Cervantes rememora en especial su novela ejemplar “El amante liberal”, y va interpretando los distintos personajes que componen la historia de los desgraciados amores de Leonisa y Ricardo, el “amante liberal” que, tras las múltiples peripecias (cautiverios con los turcos incluidos: sabia elección por parte de Ceña de esta novela como hilo conductor, pues imaginamos muy bien que Cervantes sabía perfectamente de lo que hablaba), en el final feliz decide “ceder” a Leonisa a su rival Cornelio, para inmediatamente después desdecirse ya que “no es posible que nadie pueda mostrarse liberal en lo ajeno: ¿Qué jurisdicción tengo yo en Leonisa para darla a otro? ¿O cómo puedo ofrecer lo que está tan lejos de ser mío? Leonisa es suya […]”.

Y esto es lo que nos ofrece Ceña en este monólogo: liberalidad: “Virtud moral que consiste en distribuir alguien generosamente sus bienes sin esperar recompensa” (diccionario de la R.A.E.).

Desde el respeto profundo que comprendemos le inspira la persona y la obra de Cervantes, Ceña los hace suyos y los ofrece al público con absoluta generosidad, sencillez y humildad. Quizás sí espera la recompensa del aplauso (como, finalmente, la esperamos siempre los actores), pero no es esto lo que guía sus pasos.

Ceña encarna a la persona de Cervantes (insisto: persona, no personaje) y nos lo ofrece con toda su complejidad y todas sus contradicciones:

- obsesionado con su arte (“crear imágenes en movimiento más allá de las palabras”, o “ama lo que cuentas”, o reconociendo que “estaría loco si no fuera por la escritura”) hasta el punto de admitir haber descuidado a su familia;

 

- orgulloso de sus propias obras, pero siempre admirando y envidiando a Lope de Vega: acertadísima aparición del Fénix de los Ingenios (“un putero, no un

caballero”), cínico autor del “Arte nuevo de hacer comedias” (obra que bien podríamos ver hoy casi como una clase magistral de guión cinematográfico), al que Cervantes pregunta si debería “¿venderme como tú?”.

 

Cuando Cervantes se muestra como sí mismo, no como los personajes que va interpretando al azar de su memoria, recurre Ceña a un recurso teatralmente arriesgado: la perenne tos del escritor. Lejos de molestar o “desenganchar” al público, o impedir su comprensión, esa tos que escande las palabras nos acerca al escritor con rotunda humanidad; y luego el placer es redoblado cuando Ceña encarna a los otros personajes de la ficción cervantina (Ricardo, Leonisa, Mahamut, Yzuf…) ya sin taras físicas y dando a cada uno un carácter particular con voz y cuerpo. Absoluto control de estos elementos por parte del actor, con extrema precisión y, en ocasiones, simpáticas trazas de humor.

La actuación, pues, es sobria, brillante y ajustada a las necesidades dramáticas; pero esto no impide que haya, incluso, un momento de lucha escénica (“si aventuras queréis, aventuras os daré”).

Cervantes habla en el vacío -en la soledad de su cuarto- en voz alta y para sí mismo (o para sus fantasmas), pero resulta maravillosamente sobrecogedor cuando el actor, en la piel de Ricardo, declara su amor a Leonisa personificándola en una de las damas del público que asisten al espectáculo.

Las luces son sobrias y sirven sin protagonismo a la progresión dramática de este último viaje de Cervantes ante sus fantasmas.

“Puesto ya el pie en el estribo, con las ansias de la muerte, Gran Señor, ésta te escribo”. Y la pluma de Cervantes sigue dibujando, como al inicio de la obra, arabescos en el aire, personajes, diálogos, palabras, “imágenes en movimiento”, hasta que en el último suspiro, con los ojos llenos de lágrimas, cede su mano y cede el alma.

El alma de Cervantes, y el alma de Carlos Ceña, el actor liberal.

Jorge Cabezas.

Cuando oímos el nombre de Cervantes, nos parece que es un viejo conocido. Que ya sabemos mucho -o todo- de él. Pero ¿se han preguntado alguna vez qué es lo que realmente conocen de su historia? De sus deseos, miserias, sueños, frustraciones… de su amor por el teatro, por ejemplo.

 

Con esta pequeña pieza, con este monólogo íntimo y tierno, duro y descarnado, podemos vislumbrar un poco más del alma de este escritor… y también del padre, del esposo, del aventurero, del hombre de su época.

 

Y ver a un actor sólo en el escenario, defendiendo a Cervantes… sólo. Él solo. Es tan mágico. Tiene algo de ritual ancestral. Pero a la vez, está acompañado por tantos otros personajes que nacen del propio Cervantes... Los ecos de su alma: sus fantasmas, su familia, sus personajes, mercaderes, princesas, reyes… y Sancho. El “buen amigo Sancho”, que con sólo nombrarlo, al igual que a Cervantes, siempre nos hace sonreír.

 

Sé que después de ver Cervantes: ecos del alma sentirán que conocen a Cervantes un poquito mejor. Pero también sentirán, como me pasó a mí, que desean conocerlo mucho más.

 

Nieves Castells. Actriz

En Cervantes. Ecos del alma, Carlos Ceña consigue que el público apenas pestañee durante la hora que dura el espectáculo. El actor —también director del monólogo— sostiene la mirada a los asistentes o los atraviesa con ella, pero en ningún momento les deja descolgarse de la historia. La puesta en escena se caracteriza por los elementos fluctuantes: fluctúa su voz desde el susurro sobrecogedor hasta el grito desgarrado, fluctúan su postura y sus gestos para hacer justicia a las ideas que atormentaban la mente del escritor.

El visitante podrá reconocer en ellas, si se fija bien, los grandes temas que atormentan, al fin y al cabo, cualquier mente.

 

Isabel Garzo, escritora

En estos tiempos inciertos, en lo que nada es lo que parece, es muy de agradecer que un actor tenga el valor de afrontar un texto tan potente y arriesgado, como CERVANTES: ECOS DEL ALMA y dignifique el teatro.

Carlos Ceña da vida, al borde de la muerte, a nuestro insigne escritor. Y despliega los recursos que solo los grandes actores poseen. Haciendo verdad un texto que nos lleva por el mundo interior de Cervantes y al que abandonamos con la sensación de llevarnos parte de su alma.

Un monólogo que requiere de un ACTOR capaz de ser uno y todos. Carlos Ceña se deja la piel transmitiendo las atormentadas vivencias de un gran autor, aun ajeno al éxito.

Gracias por devolvernos la magia irrepetible del teatro.

 

Jose Cortes Amunarriz. Director

Con lo fácil que es poner la tele o ir a ver una peli taquillera, no hay duda de que el teatro es para valientes. Entonces, un monólogo "no cómico"?? Ni hablemos...

Una sala pequeñita, de apenas unas decenas de asientos te da la pista de que la obra no es para cualquiera. "la miel no está hecha para la boca del asno" que se decía antiguamente. La magia del pequeño teatro se vive desde que el personaje sale a escena. No hay actores, sólo Cervantes. Ése es el regalo y el privilegio que nos regala el actor. Todo ayuda, iluminación, tempo y texto colosales. Emociones fuertes.

No hace falta una gran producción ni un despliegue de medios enorme para sentir al genio del Quijote: sus frustraciones, sus miserias y su grandeza son las de todo ser humano ante su final.

Arte en vivo y con mayúsculas. El teatro es para valientes, así que aquí va un reto: intenta mantener la mirada al Cervantes moribundo, te recorrerá el mismo escalofrío que yo sentí.

 

Silvana de Philippis

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